viernes, 21 de abril de 2017

Cellorigo



Aunque sé de ante mano que no me voy a encontrar prácticamente nada, decido acercarme hasta este precioso pueblo riojano, encaramado en los montes Obarenes, en busca de la ubicación de su castillo. Documentado ya en el año 882 en las crónicas Albeldenses, se cree que con anterioridad a esta fecha ya existía una torre de vigilancia musulmana encaramada en los riscos calcáreos, donde destaca Peña-luenga con sus 914 metros.





El pueblo ya se encuentra a 800 metros y por la vasta  extensión que se divisa  es conocido como el púlpito de la Rioja.  Desde el mirador situado junto a la iglesia de san Millan se pueden observar hasta treinta pueblos, desde la sierra Cantabria al este hasta la sierra de la Demanda al sur.

La iglesia es del siglo XV, llama la atención un reloj de sol grabado en la portada.





Un poco más adelante nos encontramos una casa señorial en la que destaca un gran escudo nobiliario.






Llego al final del pueblo e inicio el ascenso, hay una buena senda y no es tan duro como parece a primera vista. El farallón es impresionante.






Como no he encontrado ninguna referencia sobre la localización del castillo tengo que recorrer todas las crestas.



Comienzo por la derecha, para después continuar por un pasillo entre las rocas.




Camino observando las paredes, pues la única alusión que tengo al respecto es la de unas improntas en la pared rocosa.




No voy mal encaminado pienso cuando en el suelo me encuentro los primeros restos de teja. Después de una pronunciada pendiente alcanzo una de las pocas zonas llanas  del pasillo entre los farallones. Observo las rocas pero no veo ninguna marca, pero sorpresa, tras unos arbustos localizo lo que pudo ser un pozo o un aljibe.



Y tras una busca exhaustiva aparecen las improntas en la pared rocosa. ¡He dado con la localización del castillo!



En la Crónica Albeldense se relatan con detalle las batallas que se libraron en el castillo en el siglo IX. En estas batallas de los años 882 y 883 el castillo fue defendido por el conde alavés Vela Jimenez de los ataques del Emir de Córdoba con gran éxito, tanto que los musulmanes abandonaron el campo y trasladaron el asedio al cercano castillo de Pancorbo con idéntico resultado. Tras varios días sin avances y muchas bajas abandonan la comarca y se replegaron hacia Córdoba. Esta situación dio lugar a la firma de una tregua de cuarenta años.
Cellorigo también aparece en el voto de Fernán González y en los fueros de Miranda del siglo XII y en los de Cerezo también del siglo XII.







Sigo caminando por el pasillo, me aventuro  a subir hasta algún mirador de fácil acceso, las vistas son fantásticas.




Al norte se divisa el valle del Ebro, al fondo se encuentra Miranda.




Panorámica de la zona sur, a lo lejos se encuentra la sierra de la Demanda cubierta por las nubes.



Estoy llegando al final, a los pies se encuentra Foncea, la senda comienza a descender dando la vuelta por debajo del roquedal.




Estoy de vuelta en el pueblo, solo me queda por localizar dos torres defensivas entre el caserío.



Esta es la primera de ellas con la puerta ojival en altura.




 Y esta es la segunda.
Regreso al coche, y salgo por la carretera de Miranda, como a medio kilómetro hay unas ruinas al lado de la carretera.



Se trata de la ermita de Santa María del Barrio, una edificación románica del siglo XII reaprovechando restos de una iglesia mozárabe más antigua. Conserva restos prerromanicos; porta de de arco de herradura sobre dintel visigotico. Construida en sillería y mampostería, de una sola nave y cabecera rectangular más baja y estrecha. La cabecera se cubre con cañón apuntado y con arco triunfal de medio punto. El arco triunfal, la capilla sur y la sacristía son de los siglos XVII y XVIII.






La tarde ha sido agradable, un paseo por la historia de este precioso enclave que me ha llevado hasta el siglo IX, un castillo inexpugnable, una atalaya privilegiada, un nido de águila. Aun se oyen los ruidos de la batalla y con un poco de suerte igual encontramos algunas armas dispersas por las tierras de labor donde según cuentan  aun están enterradas.